Espero que os guste porque a mi, me ha encantado.
Ahí va:
Curiosos resultan a veces los avatares del destino cuando un día cualquiera de hace tanto tiempo que no soy capaz de recordar siquiera si por aquel entonces me había afeitado ya alguna vez. Un día que ha dejado de ser cualquiera en una calle para siempre emblemática de un barrio emblemático, el de San Blas, de esta mi ciudad, de esta mi Almería. Curioso como el destino, o tal vez una narración, hace que uno se interese por algo de lo que apenas conocía nada y por lo que tan siquiera me había preocupado nunca.
Lejano, muy lejano ya, se muestra ante mi aquel tiempo, aquel día en que por segunda vez nací. Me cuesta, por más que lo intente, recordar cosas concretas, conversaciones, caras…sin embargo como si de recién vividas se trataran recuerdo las sensaciones percibidas.
Fue una fría tarde-noche de un mes de enero de hace ya más de década y media, y llevado casi de la mano de un amigo y de sus vivencias , la que me mostró por primera vez el a veces duro, a veces decepcionante y muchas veces maravilloso trabajo del costalero. Era aquella una época en la que el adolescente jinete arreaba con insistencia al caballo que habría de llevarlo a la meta de la madurez, del ser adulto. Ahora echando la vista atrás me convenzo definitivamente de que es mucho mejor montar con trote reposado, disfrutando de cada paso, de cada detalle del paisaje que se muestra ante nosotros, de cada ápice de brisa que inunda los pulmones. Pero bueno sea como fuere, aquí estoy ya y ni puedo ni quiero deshacer lo andado…a pesar de los pesares.
Aquellas grandes puertas metálicas de, creo y espero, color azul de la calle Gerona supusieron para mí el primer diente de una llave que abre un maravilloso y enigmático baúl en el que se guardan un montón de experiencias y sensaciones esperando ser descubiertas por el niño curioso que se lo encuentra en un desván.
Tras aquel color azul con trazas de herrumbre una polvorienta pendiente que te llevaba irremisiblemente a la entonces oscuridad de un local no menos polvoriento en el que se almacenaba algo cuyo nombre para mi era aun desconocido y que sería testigo de mis primeros e inocentes escarceos con este oficio al que aun hoy me dedico cuando la primavera le hace el relevo estacional al invierno. Al entrar, una figura estática se alzaba ente mi. Aquella enorme sábana, de no se que color, marcaba las formas de algo grande y de cierta altura dejando entrever un esqueleto de metal que se ramificaba hasta el suelo en forma de seis patas. Aquella parihuela de frío metal era el camino para encontrarme con el costalero que hoy soy y con el que en muchas ocasiones me ha guiado y escuchado.
Lo que más recuerdo de ese preciso momento es que aun sabiendo que allí se encontraban más personas era incapaz de verlas. Supongo que sería la expectación por ver que era lo que había debajo de aquello lo que me impedía fijar en la memoria cualquier otra cosa. Casi como si fuera un hipnotizado me apoyé en uno de los travesaños y asomé la cabeza al interior. Como no podía ser de otra forma vi por primera vez y en primera fila a través de la penumbra una serie de listones de madera paralelos entre si distribuidos de forma transversal a la estructura y en número de ocho que marcarían para siempre mi vida.
Este encuentro con mi destino, con lo que hoy soy y me siento en esta faceta de mi vida se lo debo y agradezco a un amigo al que no veo mucho pero que cuando ocurre suele resultar enriquecedor…alguien que hoy día es conocido por algo que solía llevar en la cabeza entonces y que suele andar entre brochas y pinturas.
Ese momento se erigió como el punto de partida de un largo camino recorrido desde entonces a fuerza de llanto, de dolor, de disfrute, de lesiones del alma, de lesiones del cuerpo, de sinsabores, de sinsentidos, de orgullo, de aprendizaje de equivocaciones, de correcciones, de curiosidad, de pruebas, de errores, de bienvenidas, de despedidas…de sentimientos.
Habiendo reconocido hasta aquella fecha mi apatía absoluta sobre este mundo que hoy absorbe e inunda la mitad de mi vida supe ver, casi desde la primera vez que sentí el tacto de aquella segunda trabajadera y algo agobiado por una claustrofóbica sensación, que yo servía para eso, que yo quería servir…no se el como ni el porqué de aquel cambio repentino que me llevó del pasotismo al deseo. La coincidencia de fechas hizo que pocos días después El me fuese presentado durante los tres días de cultos que Le son ofrecidos…tampoco soy capaz de explicar el porqué pero aquellos iris de color verde fijos en mi y aquellas manos entregadas supusieron el empujón definitivo hacia este agridulce camino que todavía hoy recorro con ilusión aun sabiendo que el final está cada vez más cerca, fueron el remache final que termina de asegurar una sólida estructura.
Cuan curiosos resultan los avatares del destino, que unos ojos verdes y un montón de metal hicieron posible en mi un segundo nacimiento…
M.S.R.
6 Fueron los que opinaron:
Bonito. Especialmente aquello de lesiones del alma, de lesiones del cuerpo.
Una corrección: aquellas grandes puertas metálicas de, creo y espero, color azul de la calle Gerona eran grises...
Ahora, lo clavas con lo de "tras aquel color azul con trazas de herrumbre una polvorienta pendiente que te llevaba irremisiblemente a la entonces oscuridad de un local no menos polvoriento en el que se almacenaba algo cuyo nombre para mi era aun desconocido y que sería testigo de mis primeros e inocentes escarceos con este oficio al que aun hoy me dedico cuando la primavera le hace el relevo estacional al invierno".
Esa puerta sí era azul.
Post Scriptum Sabemos cómo trabajan los costaleros de esta cuadrilla, pero no cómo sienten. Gracias Juanjo por mantener esta bitácora y permitírnoslo.
Gracias a Ud. por entrar en ella caballero.
Un saludo.
POr cierto, como se nota que ha vivido mucho tiempo justo al lado de esas puertas grises...
Un saludo.
buenas , no se puede saber quien ha hecho esa entrada o post ? simplemente para darle la enhorabuena me gustaria ver mas entradas de este tipo . muy buena
saludos amigos de parte de jose antonio
A ver para cuándo una elegía de M.S.R. a la antigua parihuela...
Post Scriptum A aquella del poco peso o a esta del más; como prefiera... ;o)
A ver, a ver... No me extraária nada que antes de decirlo Ud. la tuviese ya hecha...
Un saludo.
Publicar un comentario